Refugiados.

Después de un largo parón causado por, entre otras cosas, un traslado a otro país, quiero volver con un post un tanto diferente a los que he escrito hasta ahora. No se trata de la reseña o comentario sobre un libro en particular, sino de otra cosa. Como mucha otra gente, no puedo obviar el malestar, la sensación de vergüenza y tristeza, al ver el circo que Europa está montando con la acogida de refugiados. En España no es un fenómeno nuevo. Ya hace tiempo que vemos en el telediario, un día sí y otro también, alguna noticia sobre alguna desgracia de gente desesperada que intenta cruzar el Estrecho. Un naufragio, niños, mujeres embarazadas, adolescentes, ahogados, muertos. Gente desesperada. Sí, desesperada. Porque me cuesta creer que alguien en su sano juicio y sin problemas decida abandonar su casa, su familia, sus amigos, su vida, y arriesgarlo todo en una aventura suicida que, con muchísima suerte, le pueda llevar a un país extranjero en el que no conoce a nadie, del que no conoce el idioma y en el que tiene que construirse una nueva vida desde cero. O desde por debajo de cero. Yo no soy experta en el tema (como sí lo es @orapmagon, a quien os recomiendo que sigáis en Twitter), pero nunca dejará de asombrarme la indiferencia con la que somos capaces de asumirlo. Son gente de otros países. A mí esto no me atañe porque no me va a pasar.

Pues sí. Pasa. En Europa. No hace tanto tiempo. Por eso me gustaría hacer un pequeño compendio de obras literarias y de otro tipo, centradas en España y Europa, que, aunque tengan escenarios y sean de épocas diferentes, pueden ayudarnos a encontrar la empatía que nos falta. Por supuesto, es un compendio incompleto y personal en el que incluyo algunas cosas que me han marcado a mí. Probablemente me deje muchas en el tintero, bien porque no las conozco, bien porque no me vinieron a la cabeza en el momento de escribir este post. Cualquier recomendación será bienvenida 🙂

Una fuente segura de exilios forzosos con el que nos podemos sentir identificados es la Segunda Guerra Mundial. Con los judíos recorriendo Centro Europa, de un país a otro, huyendo de aquellos que los querían exterminar. El mejor relato de esta huída lo leí en el libro de Eva Schloss Después de Auschwitz. Si bien no tiene la calidad literaria de otros testigos del Holocausto como Primo Levi o Jorge Semprún,  Eva describe con crudeza la angustia de moverse de un país a otro, la pérdida de contacto con la familia, el tener que dejar una vida normal y convertirse en fugitivos a los que unos engañan y de los que otros se aprovechan. Cuando una lee sobre la incredulidad ante la denegación de asilo en otros países, fuera del continente, donde ya se encontraban otros miembros de la familia, no puede evitar pensar que esto ahora no pasaría. Que no seríamos tan inhumanos como para denegar la entrada a una familia que escapa de una muerte casi segura. Porque esto en Europa ya no pasa.

Sobre exiliados, apátridas y persecuciones también habla Muñoz Molina en Sefarad. Aunque no se centra tanto en la huída masiva o la petición de asilo en otros países. En La noche de los tiempos, hay dos personajes a los que las circunstancias de conflicto o persecución en sus países obligan a escapar. Por un lado, el profesor Rossman, judío, antiguo arquitecto de prestigio en su país, Alemania, que tiene que subsistir con lo que gana su hija dando clases a hijos de viejos conocidos. Por otro lado, el protagonista, que huye de la Guerra Civil con el pretexto de dar un curso en una universidad americana y deja atrás a su familia.

Porque de España también huimos en el siglo pasado. Y sobre eso hay una gran cantidad de literatura. Especialmente sobre cómo en Francia los españoles eran expulsados o internados en campos de concentración (en uno de ellos acaba de inaugurar el gobierno francés un Memorial). Supongo que algún año acabaremos inaugurando algún memorial en los CIEs. Esta historia en la literatura la descubrí con El Corazón Helado, de Almudena Grandes. Fue hace tiempo y no recuerdo los detalles, pero sí que recuerdo el relato de la dura vida en el exilio en Francia de la familia Fernández Muñoz y el de los campos franceses. Menos novelada es Los surcos del azar, de Paco Roca, una novela gráfica sobre los integrantes de La Nueve, la división española que liberó París de la ocupación alemana (entre otras cosas). Cuyos protagonistas también pasan una temporada internos en Francia y que también incluye viñetas tremendas sobre gente desesperada intentando huir en barco de una España en guerra. En barco también huye Celia, la niña traviesa de una serie de libros para niñas escritos por Elena Fortún y que acabó en serie de televisión de RTVE. Celia en la Revolución es un libro que ha pasado inadvertido y que apenas tiene nada que ver con el resto de libros de la serie. Celia se ve atrapada y sola en la guerra. Y así, sola, es como pretende huir desde Valencia en barco. No sabemos como acaba la huída (sí hay libros que cuentan historias posteriores sobre Celia, así que sabemos que no acaba mal), pero leyendo el libro podemos comprender qué lleva a la pobre Celia a querer huir como sea en un barco que ni sabe a dónde la lleva.

También me gustaría mencionar la película española La mujer del anarquistaNo tanto por el relato del exiliado (que también, el anarquista se exilia a Francia y pasa, cómo no, por los campos franceses), sino por cómo narra la desesperación de quien se queda y no sabe nada del huido. Si vive. Si no. Si está bien.

Y ya no me voy a meter hoy en la emigración de españoles y gallegos (que me toca de cerca) en busca de trabajo. O con el drama de La Bestia en Centroamérica.  O con el tráfico de personas. Porque no acabaríamos nunca.

Y porque incluso cuando la acogida es buena, las circunstancias de la gente que huye son extremadamente difíciles, tengamos un poco más de empatía.

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